¿Fenómenos eléctricos?
Algunos saltos en el tiempo parecen relacionarse con posibles experiencias de reencarnación; otros con lo que se consideraban apariciones de fantasmas; otros con percepciones extrasensoriales. Todos parecen funcionar de forma natural, y, sin embargo, la mayoría de la gente los relega al reino de lo "sobrenatural". Pero lo "sobrenatural" en realidad no existe, ya que cualquier suceso que tenga lugar en el Universo natural en el que vivimos debe tener orígenes naturales. Si no podemos explicar un fenómeno basándonos en las leyes conocidas de la naturaleza, esto quiere decir que nuestra información es incompleta.
Sin embargo, el conocimiento del mecanismo de los saltos en el tiempo todavía se nos escapa; de momento sólo podemos examinar las pruebas y buscar denominadores comunes entre las experiencias vividas hasta ahora y posiblemente buscar relaciones con las conocidas leyes de la física.
Hasta el momento, se han descubierto los siguientes factores comunes:
1. Un factor inicial que pone en marcha el fenómeno.
2. Comienzo brusco de la experiencia.
3. Una sensación de estar viviendo en dos zonas de tiempo a la vez.
4. Una sensación de sentirse una parte integral de la experiencia o un participante en, la acción.
5. Ausencia de sonido desde el principio al final de la experiencia.
6. A menudo se menciona la existencia de una marcada diferencia entre las condiciones normales de luz y las que se observan durante la experiencia: se habla frecuentemente de "luz plateada".
Según se ha dicho, parece ser que se producen determinados efectos físicos cuando tienen lugar los viajes por el tiempo: el sujeto ve y oye de una forma anormal, y experimenta una sensación de desorientación o distanciamiento. En algunas ocasiones, la gente ha manifestado haber sentido comezón o náuseas justamente antes de experimentar su viaje por el tiempo: esta reacción es idéntica a la que suelen sentir algunas personas particularmente sensibles ante la inminencia de un terremoto o de una tempestad. (Es interesante señalar que varias de las sensaciones descritas pueden también anunciar la presencia de apariciones o de otros fenómenos paranormales.) Cierta mujer describió "una comezón en los brazos y en las piernas, una sensación de estar enchufada". Y puede que no anduviera desencaminada, ya que existen indicios de que en muchas experiencias paranormales interviene cierto tipo de actividad eléctrica.
Un "enchufe" o un contacto con un objeto parece haber sido la causa que provocó la experiencia de Anne May, como si hubiera pulsado un interruptor. Varias personas han utilizado en sus relatos esos mismos términos al describir sus experiencias individuales. Es como si el objeto que inicia el proceso (en el caso de Anne May, la piedra) tuviera en si mismo el poder de invocar esa confusión.
Efectivamente, si la operación de los viajes en el tiempo se debe a una transmisión de información del pasado o el futuro hacia el presente, esa información debe existir ya en algún sitio. Quizá cada uno de los componentes del mundo en que vivimos está continuamente transmitiendo información acerca de sí mismo (acerca de su forma, color, textura, situación, etc.) por medio de "ondas" todavía desconocidas por la ciencia. Parte de esta información puede ser recibida y absorbida por el material que hay a su alrededor y, cuando las condiciones son propicias, puede ser retransmitida por el receptor.
Cualquier ser humano, situado en la zona donde existe la información y cuyo cerebro esté en ese momento operando en la misma frecuencia, puede registrar una impresión acústica o visual procedente de la "onda" enviada por el primero que hizo la "emisión". Así pues, nosotros mismos en momentos de gran emoción o de tensión podemos estar lanzando al aire señales que serán recibidas dentro de años (o siglos) por alguna persona sensible. La mayoría de las apariciones (aunque quizá no todas) podrían ser atribuidas a este tipo de mecanismo.
Pero, ¿en qué consisten estas misteriosas ondas que tienen el poder de transportar imágenes y sonidos a través del tiempo? No lo sabemos. Sin embargo, es un hecho físico comprobado el que todos los objetos irradian ondas electromagnéticas. Las ondas de la luz, que nos permiten percibir el mundo que nos rodea, son sólo un ejemplo; las ondas de radio, los rayos infrarrojos y ultravioletas, los rayos X y los rayos gamma tienen todos naturaleza electromagnética. La mayoría de estas radiaciones invisibles fueron descubiertas en el siglo pasado; ¿quién puede saber qué tipos de radiaciones están esperando todavía a ser descubiertas?
La fascinante rama de la física llamada mecánica cuántica postula que los electrones en los átomos (y nuestro Universo está construido sobre el átomo) se mueven de acá para allá en el tiempo con idéntica facilidad que en el espacio. Quizá entonces sea posible que la información acerca del futuro penetre en el presente a través de un determinado mecanismo aún desconocido.
El futuro está aquí
Pero si tal información puede regresar de el futuro, entonces ese futuro debe existir ya en algún sitio y en una determinada forma. Y puede ser también que nosotros mismos -y de hecho todo material compuesto de átomos- llevemos con nosotros las semillas de nuestro propio porvenir.
El comportamiento individual de las partículas atómicas es impredecible, pero si es posible prever cómo actuarán en masa. Dicho en otras palabras: todos los acontecimientos parecen estar predeterminados por causa y efecto. Quizás la idea del destino surgió a partir de un conocimiento instintivo de este hecho: de que somos lo que somos y hacemos lo que hacemos porque estamos formados genéticamente de una determinada manera.
Una de las puertas medievales de la ciudad de York, donde la Sra. Dove experimentó un viaje al pasado.
Si esto fuera siempre cierto, nosotros y toda la historia humana estaríamos en realidad predestinados, y nuestro futuro ya establecido de forma ineludible. Sin embargo, parece ser que en cierto modo tenemos la facultad de alterarlo -al menos en algunas ocasiones- ejerciendo nuestra propia voluntad.
Por lo tanto, cuando tenemos experiencias de precognición en sueños o despiertos, puede que estemos recibiendo de una materia que ya existe (personas, animales, edificios, etc.) información acerca de su propio desarrollo futuro. Es probable que tal información, a corto plazo, resulte ser verdad, aunque no a largo plazo, ya que al transcurrir un periodo más largo de tiempo existen mayores posibilidades de que la voluntad humana intervenga en el proceso de causalidad.
Sin embargo, hay que decir que estos casos no son muy corrientes. Los viajes al pasado no siempre pueden ser debidos a las "grabaciones" de acontecimientos pasados, aunque sin duda este mecanismo es el que explica un gran número de casos. Varias personas han afirmado haberse visto envueltas activamente en acontecimientos históricos. Mientras la señora D. Dove se encontraba paseando cerca de Bootham Bar, en York, se vio de repente transportada al pasado cuando un rayo de sol golpeó un escudo de armas colocado en la entrada medieval de la ciudad. Su conciencia del presente desapareció de pronto y se vio envuelta en una escena medieval: vio una gran multitud y un grupo de hombres montados a caballo que despejaban el camino para dejar paso al importante personaje que les seguía. Entonces el sol se escondió, y la brillante escena desapareció. ¿Sería posible que la misma puerta hubiera "grabado" esta escena de su propio pasado y que las especiales condiciones de luz provocadas por el repentino destello hubieran puesto en marcha el play-back? Si esto fuera así, ¿por qué la puerta "escogió" esta escena entre los millones de acontecimientos que tenía grabados? Y, ¿por qué la escena no fue presenciada y confirmada por el resto de las personas que estaban presentes en el York del siglo XX? ¿Contenía acaso esa escena en concreto una especial significación para la señora Dove, por ejemplo el recuerdo espontáneo de una vida pasada?
Sintonizar con el tiempo
El cerebro humano funciona eléctricamente; existen diferencias entre un cerebro y otro, y no todos operan exactamente con las mismas frecuencias. Es posible que las personas especialmente sensibles a los fenómenos psíquicos sintonicen con ondas del pasado o del futuro debido a una mera casualidad, simplemente por el hecho de que la actividad de su propio cerebro se halla en la frecuencia correcta en el momento preciso.
También es cierto que muchas experiencias extrañas relacionadas con el tiempo pueden ser debidas a alucinaciones. El sistema de memoria del cerebro todavía no se conoce por completo, y la mente subconsciente ha resultado ser muy compleja; los sueños y la hipnosis revelan un nivel de creatividad inaccesible en la mente consciente. Y también el alcance completo de la herencia genética es todavía un enigma. Sin embargo, cuando todas las posibilidades han sido consideradas y eliminadas, permanece un gran número de experiencias inexplicables o sólo explicables por la hipótesis del campo de fuerza electromagnética que cada ser humano posee, y a través del cual proporciona y recibe información. Si es verdad que el cerebro que recibe datos eléctricos desde fuentes externas es capaz de traducirlos en imágenes y en sonido, entonces sabremos el porqué de muchos de los fenómenos psíquicos, incluidos los saltos en el tiempo.
Mostrando entradas con la etiqueta dimensiones simultáneas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta dimensiones simultáneas. Mostrar todas las entradas
viernes, 11 de diciembre de 2009
VIAJES EN EL TIEMPO
Todos tenemos conciencia del paso del tiempo; envejecemos y morimos, y no se puede "atrasar el reloj". Pero encontrarse repentinamente en el pasado o en el futuro constituye una experiencia desconcertante y asombrosamente común.
En nuestra vida en este planeta hace falta un acontecimiento importante para despertarnos de nuestro conformismo. Una zona poco analizada de nuestra experiencia es la del tiempo, ya que estamos condicionados desde la cuna hasta la tumba para aceptarlo según ciertas normas: las de la cronología de los relojes.
Desde la infancia, nos enseñan a medir los meses y los años. Se nos enseña a "saber la hora", lo cual significa el tiempo que mide el reloj más próximo. Aprendemos a interpretar el calendario: éste mes es septiembre, éste es mayo, cuándo empiezan y terminan las estaciones... Pero esta forma de medir el tiempo no es más que un práctico invento humano mediante el cual el hombre primitivo sabía ya cuándo debía alimentar al ganado, plantar las simientes o cosechar. El reloj y el calendario no son más que mecanismos que nos ayudan a ordenar nuestras vidas, a imponer una rutina en el caos. Pero la cronología puede no ser la única forma del tiempo; el cosmos produce, quizá, mecanismos temporales de naturaleza muy distinta.
Es posible que el conflicto entre este tiempo cósmico o universal y la cronología humana sea la causa de los extraordinarios, fenómenos denominados "lapsus temporales" o "saltos en el tiempo", en los que dos aspectos o dimensiones de éste parecen funcionar simultáneamente: el sujeto puede hallarse viviendo en el presente y en el pasado (o, en algunos casos, en el presente y en el futuro) al mismo tiempo. La experiencia suele ser, por lo menos, desconcertante, y a veces confusa y alarmante.
El retorno de los monjes
Un ejemplo sorprendente de lapsus temporal le ocurrió a la señora Turrell-Clarke, que vivía en Wisley-cum-Pyrford (Surrey, Inglaterra). La señora iba en bicicleta por una moderna carretera rumbo a la iglesia donde se celebraban las vísperas, cuando bruscamente la carretera se transformó en una senda campestre y le pareció que iba a pie. Vio venir hacia ella a un hombre vestido como los campesinos del siglo XIII, que se hizo a un lado para dejarla pasar. En ese momento le pareció que ella llevaba un hábito de monja.
Un mes más tarde, la misma señora estaba en su iglesia parroquial (había pertenecido a la abadía de Newark, y sobrevivido milagrosamente a la disolución de los monasterios) cantando con el coro que entonaba un canto llano. Pero a la mitad del cántico vio, atónita, cómo la iglesia "cambiaba" volviendo a su estado original -piso de tierra batida, altar de piedra, ventanas ojivales- y por el centro del edificio pasó una procesión de monjes con hábitos pardos que entonaban el mismo canto llano que cantaba el coro del siglo XX. En ese momento la señora Turrell-Clarke se dio cuenta de que formaba parte de un pequeño grupo que estaba en el fondo de la iglesia y apenas tomaba parte en las ceremonias.
Algunas veces, los saltos en el tiempo requieren un cierto tipo de contacto físico. El 29 de mayo de 1973 una maestra de Norwich, la señora Anne May, visitaba con su marido el conjunto arqueológico de Clava Cairns (Inverness, Escocia), que consta de tres losas sepulcrales de principios de la edad del Bronce, entre los años 1800 y 1500 a.C. El día era claro, soleado; los pájaros cantaban y la señora May anduvo primero alrededor de las toscas lápidas y después fue hacia el circulo de monolitos que las rodean. Finalmente, se apoyó sobre una de las losas y cerró los ojos un momento, intentando lo que los yoguis llaman "perder un segundo" (un momento totalmente en blanco). Cuando volvió a abrirlos vio a un grupo de hombres que llevaban túnicas peludas y pantalones constituidos por tiras de cuero cruzadas. Avanzaban lentamente, y parecían arrastrar uno de los grandes monolitos sobre el terreno. Notó, en particular, que llevaban cabellos oscuros y muy largos. Esta curiosa visión pudo haber durado más si no hubiese llegado un grupo de turistas. Inmediatamente, la señora May volvió al siglo XX.
Este es un ejemplo muy claro de lo que parece suceder en los saltos temporales. El sujeto estaba interesado por lo que le rodeaba, pero no concentrado en ello; el salto ocurrió en un lugar y un momento precisos -cuando su cuerpo tocó el monolito, y la transición del presente al pasado fue tan instantánea como su inversión.
En nuestra vida en este planeta hace falta un acontecimiento importante para despertarnos de nuestro conformismo. Una zona poco analizada de nuestra experiencia es la del tiempo, ya que estamos condicionados desde la cuna hasta la tumba para aceptarlo según ciertas normas: las de la cronología de los relojes.
Desde la infancia, nos enseñan a medir los meses y los años. Se nos enseña a "saber la hora", lo cual significa el tiempo que mide el reloj más próximo. Aprendemos a interpretar el calendario: éste mes es septiembre, éste es mayo, cuándo empiezan y terminan las estaciones... Pero esta forma de medir el tiempo no es más que un práctico invento humano mediante el cual el hombre primitivo sabía ya cuándo debía alimentar al ganado, plantar las simientes o cosechar. El reloj y el calendario no son más que mecanismos que nos ayudan a ordenar nuestras vidas, a imponer una rutina en el caos. Pero la cronología puede no ser la única forma del tiempo; el cosmos produce, quizá, mecanismos temporales de naturaleza muy distinta.
Es posible que el conflicto entre este tiempo cósmico o universal y la cronología humana sea la causa de los extraordinarios, fenómenos denominados "lapsus temporales" o "saltos en el tiempo", en los que dos aspectos o dimensiones de éste parecen funcionar simultáneamente: el sujeto puede hallarse viviendo en el presente y en el pasado (o, en algunos casos, en el presente y en el futuro) al mismo tiempo. La experiencia suele ser, por lo menos, desconcertante, y a veces confusa y alarmante.
El retorno de los monjes
Un ejemplo sorprendente de lapsus temporal le ocurrió a la señora Turrell-Clarke, que vivía en Wisley-cum-Pyrford (Surrey, Inglaterra). La señora iba en bicicleta por una moderna carretera rumbo a la iglesia donde se celebraban las vísperas, cuando bruscamente la carretera se transformó en una senda campestre y le pareció que iba a pie. Vio venir hacia ella a un hombre vestido como los campesinos del siglo XIII, que se hizo a un lado para dejarla pasar. En ese momento le pareció que ella llevaba un hábito de monja.
Un mes más tarde, la misma señora estaba en su iglesia parroquial (había pertenecido a la abadía de Newark, y sobrevivido milagrosamente a la disolución de los monasterios) cantando con el coro que entonaba un canto llano. Pero a la mitad del cántico vio, atónita, cómo la iglesia "cambiaba" volviendo a su estado original -piso de tierra batida, altar de piedra, ventanas ojivales- y por el centro del edificio pasó una procesión de monjes con hábitos pardos que entonaban el mismo canto llano que cantaba el coro del siglo XX. En ese momento la señora Turrell-Clarke se dio cuenta de que formaba parte de un pequeño grupo que estaba en el fondo de la iglesia y apenas tomaba parte en las ceremonias.
Algunas veces, los saltos en el tiempo requieren un cierto tipo de contacto físico. El 29 de mayo de 1973 una maestra de Norwich, la señora Anne May, visitaba con su marido el conjunto arqueológico de Clava Cairns (Inverness, Escocia), que consta de tres losas sepulcrales de principios de la edad del Bronce, entre los años 1800 y 1500 a.C. El día era claro, soleado; los pájaros cantaban y la señora May anduvo primero alrededor de las toscas lápidas y después fue hacia el circulo de monolitos que las rodean. Finalmente, se apoyó sobre una de las losas y cerró los ojos un momento, intentando lo que los yoguis llaman "perder un segundo" (un momento totalmente en blanco). Cuando volvió a abrirlos vio a un grupo de hombres que llevaban túnicas peludas y pantalones constituidos por tiras de cuero cruzadas. Avanzaban lentamente, y parecían arrastrar uno de los grandes monolitos sobre el terreno. Notó, en particular, que llevaban cabellos oscuros y muy largos. Esta curiosa visión pudo haber durado más si no hubiese llegado un grupo de turistas. Inmediatamente, la señora May volvió al siglo XX.
Este es un ejemplo muy claro de lo que parece suceder en los saltos temporales. El sujeto estaba interesado por lo que le rodeaba, pero no concentrado en ello; el salto ocurrió en un lugar y un momento precisos -cuando su cuerpo tocó el monolito, y la transición del presente al pasado fue tan instantánea como su inversión.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)